Relación entre China y Colombia: Campaña apoyando el producto nacional.


Relación entre China y Colombia: Campaña apoyando el producto nacional. 

En la primera mitad del año 2016 los comerciantes tradicionales del populoso sector de San Victorino vocearon a medios de comunicación en el país su discrepancia por compartir espacio comercial con la comunidad china que, según ellos, han venido invadiendo varios espacios en el área.

Una de las preocupaciones de los comerciantes nacionales es que la localidad quede en manos de los comerciantes chinos por la venta de productos a precios inferiores en comparación con los precios locales, y  el arriendo de locales estratégicos por valores que cuadruplican
el valor real.

Aunque la mayoría de las denuncias apuntan a una competencia desleal por parte de los foráneos, la oposición causada por los nacionales evidencia su rechazo a perder una zona prestigiosa en el mundo comercial que por años les ha pertenecido, frente a ciudadanos del gigante asiático, quienes en otros países han dejado huella con los conocidos “Barrios Chinos”. 

A está preocupación el embajador de la República Popular China en Colombia, Li Nianping, aboga por una conciliación amistosa para dar una solución lo antes posible a estas discrepancias, teniendo en cuenta que un ambiente amistoso puede generar muchas ganancias. Sin embargo, casi un año después de la primera protesta (abril 27 de 2017), los comerciantes de San Victorino volvieron a salir a las calles.

En ésta ocasión los comerciantes colombianos se dirigieron hacia el Consejo de Bogotá protestando por el aumento de las mercancías chinas y la falta de control de las autoridades, factores que afectan la industria nacional y, según ellos, los están llevando a la quiebra.

Para entender la inconformidad de los comerciantes colombianos de la zona de San Victorino es preciso tener en cuenta el componente histórico, y sus vínculos con la localidad.

Por otro lado, bajo la administración de Enrique Peñalosa (1998-2001) se creó el Taller del Espacio Público, un proyecto que permitiría la trasformación de la ciudad siempre y cuando las cuestiones del espacio urbano de Bogotá se calificaran desde una perspectiva histórica y urbanística. La iniciativa concluyó que, desde su fundación como parroquia, este sector ha sido un escenario de encuentro de personas de múltiples procedencias, así como lugar de confluencia e intercambio de un sinnúmero de objetos, mercancías y trayectorias socioculturales.

Según Carlos Higuera, la diversidad y el dinamismo en torno a la actividad comercial en San Victorino, acogió una gran multitud de indígenas y campesinos, quienes con el paso del tiempo concedieron prestigio a la zona dentro del mundo del comercio como también dentro de las plazas coloniales en Latinoamérica. 

No obstante, el panorama cambió cuando las constantes inundaciones a casusa de la lluvia frenaron los proyectos urbanísticos, y a su vez abandonaron el área mientras que mercaderes ambulantes y vendedores callejeros encontraron la forma de instalarse para así fomentar el comercio informal, como también desorganización social y delincuencia. Así, la ocupación por parte de personas pobres y marginadas construyó escenarios  de inseguridad y violencia en el centro de Bogotá, que con el tiempo adquirieron el nombre de “ollas”. Un nombre popular que no impidió la potencialización comercial de San Victorino, al contrario, esto inspiró a los comerciantes a conservar su uso mercantil y crear así una imagen nueva.

Ahondando en el tema de la mercancía de China en San Victorino, pocos vendían más barato en Bogotá que los comerciantes de San Victorino. Pero les llegó competencia: los chinos. Al comparar precios es evidente la diferencia, y por eso la inconformidad de los vendedores que toda la vida han estado en este tradicional sector.
La molestia llegó a tal punto, que los comerciantes nacionales han salido a protestar por lo que consideran una competencia desleal, pedir medidas arancelarias para controlar las importaciones y promover que los bogotanos apoyen el comercio nacional. Para ellos la mercancía que traen los ciudadanos chinos es una amenaza.

De todos los productos que se consiguen en el sector de San Victorino, como vestuario, juguetería, papelería, calzado, joyería y artículos de cuero y para el hogar, gran porcentaje es importado. Según el portal Dataexim (base de datos privada con el registro de importaciones), el año pasado los comerciantes con negocio en Bogotá (nacionales y extranjeros) importaron de China US$16 millones en estos productos. Este año la cifra al parecer crecerá, ya que entre enero y mayo han importado US$12 millones. Aunque gran parte de las compras las hicieron almacenes de cadena, también hay pequeños y medianos comerciantes trayendo mercancía.

En conclusión, la indisposición de comerciantes colombianos en compartir espacio comercial con comerciantes chinos fue por algunos medios titulado como un comportamiento xenófobo. Una conducta que, más allá del rechazo hacia lo extranjeros, ilustra una dualidad incomprensible, si se tienen en cuenta el histórico carácter migratorio de los colombianos a buscar mejores oportunidades en otros países. 



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